La religiosa ignaciana Nora Beatriz Kviatkovski, integrante de la Congregación de Jesús María, atraviesa un proceso de enfermedad terminal con una vitalidad y fe que inspiran profundamente.
En una entrevista publicada recientemente por Infobae, Nora compartió con naturalidad y hasta con humor su mirada sobre el cáncer que padece desde hace casi dos años:
“Hablar del límite, de la vulnerabilidad, nos ayuda a vivir con más conciencia del aquí y el ahora. El arte del bien morir es el arte del bien vivir”.
Lejos de encerrarse en la enfermedad, Nora ha aprovechado este tiempo como un regalo de Dios. A pesar de un diagnóstico médico que solo contemplaba cuidados paliativos, pudo viajar, escribir artículos, visitar a amigos en distintos países y celebrar la vida rodeada de su comunidad. Incluso organizó una fiesta de agradecimiento para los profesionales que la acompañan en el Hospital Italiano, ocasión en la que participó León Gieco brindando un recital íntimo.
Nora, chaqueña de Juan José Castelli, se recibió de Médica Veterinaria antes de descubrir su vocación en los Ejercicios Espirituales ignacianos. Ingresó a la congregación en 1994, emitió sus votos en 1997 y se especializó en espiritualidad ignaciana y teología en universidades de Argentina, España y México. Su servicio la llevó a diferentes países, siempre dedicada a acompañar a las personas en el discernimiento espiritual.
Hoy, a sus 53 años, da testimonio de cómo la fe transforma el modo de enfrentar la enfermedad y la muerte:
“Yo siento que el cáncer ha sido, de verdad, una oportunidad más para seguir amando a más personas y para seguir descubriéndolo a Dios en lugares donde no imaginaba. Mi librito de ejercicios espirituales es el cáncer”.
Nora explica que hablar de la muerte es un acto de libertad y de amor:
“Tengo el check-in hecho. Creo que nos hace bien hablar del límite, de la vulnerabilidad, porque nos ayuda a vivir con más conciencia. La muerte es una gran aliada para dejarnos de perder tiempo en cosas que no son esenciales, que no nos hacen felices ni nos ayudan a amar más”.
Su paso por nuestra comunidad
Recordamos con gratitud que Nora estuvo en nuestra parroquia en junio de 2021, con motivo de las celebraciones por los 500 años de la conversión de San Ignacio de Loyola. En esa ocasión, ofreció conferencias que nos ayudaron a contemplar cómo Dios actúa en la vida, incluso a través de las heridas:
Conferencia: Una bala de cañón, una herida y la Conversión a Cristo
Conferencia: Diferentes Escenarios en la vida de Ignacio de Loyola
Su palabra sencilla, profunda y esperanzadora nos dejó una huella que hoy vuelve a resonar con más fuerza al ver cómo ella misma encarna el mensaje que predicó: descubrir a Cristo en todo, aún en la fragilidad y el dolor.
En una reciente conversación con nosotros, el pasado miércoles 1 de octubre, Nora compartió cómo han sido estos últimos años. Durante 2024 y 2025 continuó con una intensa actividad intelectual y espiritual: publicó artículos sobre espiritualidad ignaciana —entre ellos sobre Mamá Antula, la Peregrina de los Ejercicios— y trabaja en un libro que será publicado en la Colección Manresa.
También nos contó que sigue participando en conferencias y en clases de espiritualidad ignaciana, muchas veces de manera virtual, y que colabora con médicos residentes del Hospital Italiano en espacios de formación y acompañamiento.

A pesar de las dificultades de salud, Nora no ha dejado de dar y de compartir. Ella misma relató que el cáncer ha avanzado en huesos y órganos, y que desde hace un año enfrenta infecciones en una prótesis, con múltiples intervenciones y tratamientos con antibióticos. Incluso expresó que cree que probablemente sean esas bacterias —y no el cáncer— las que pongan fin a su vida.
Además, compartió que sus riñones se ven afectados por los efectos secundarios de la medicación. Por esa razón, muchas veces debe adaptar sus clases, dictándolas incluso desde la cama cuando no puede permanecer sentada.
Con entereza y realismo, Nora nos mostró que, aun en medio de la fragilidad, sigue transmitiendo esperanza, fe y compromiso con la espiritualidad ignaciana, ofreciendo su vida como testimonio y enseñanza.
En este mismo espíritu, recordamos la entrañable anécdota compartida por un amigo jesuita en España: una cena que parecía común se transformó en un momento de gracia cuando Nora, con humor y libertad, aceptó un güisqui como su “paliativo favorito”. Ese gesto sencillo reveló lo que tantos han experimentado a su lado: una mujer de fe profunda y vitalidad arrolladora, capaz de transformar lo cotidiano en un espacio de encuentro con Dios y con los demás, sin perder nunca la frescura, la autenticidad y la alegría. Te invitamos a leer la nota: Tacones cercanos
Una vida ofrecida
Nora suele repetir:
“Hacer la voluntad de Dios es salir de nosotros mismos, por puro amor desinteresado, para ayudar al otro”.
Hoy, su testimonio nos recuerda que la fe cristiana nos invita a vivir con gratitud cada instante, a no postergar lo esencial y a entregarnos confiados a la voluntad de Dios.

